Quienes Somos

Como nos dice Gustavo Dessal en su texto “Lo que sabe el poeta”, describiendo con tan buena pluma –y seguramente sin saberlo ni habérselo propuesto– el intento constante de Enlaces, al imaginar al psicoanálisis como un Dafne enamorado de la sabia Cloe, que encarna en su deliciosa metáfora a la literatura, y tomando prestadas las simmelianas palabras de Luis Salamone para el título de esta editorial, quiero transmitirles que una vez más renovamos nuestra apuesta: hacer del deseo en el psicoanálisis, del amor por la cultura, del gusto por el lazo, cada vez, una nueva aventura.

Hace ya un tiempo, catorce números, que, poco a poco, muchos artistas plásticos –en su mayoría argentinos–, algunos filósofos –varios de ellos además jóvenes y ¡Dios, qué diría Kant!, ¡mujeres!–, escritores y dramaturgos, en ocasiones importantes intelectuales –como aquí el privilegio de contar con la palabra de Jean-Claude Milner– locales o foráneos, críticos de cine o simplemente cinéfilos, últimamente se agregaron los fotógrafos/as, y los que han aceptado ser entrevistados, se vienen sumando a participar, a acompañarnos en el desafío de hacer una lectura o incluso, interpretar el malestar de nuestra época. Pero además, permitiéndonos realizar la imperfecta pretensión de producir cruces entre el psicoanálisis y otros discursos o prácticas, de la buena manera, es decir, aplicando éstos a aquél, enseñándonos desde sus saberes y tratamientos de lo real, a reinventar cada vez la aventura del psicoanálisis.

Este número, además de contar en sus portadas e interior con las impactantes obras de Miguel Ángel Bengochea, podría leerse como una serie de excelentes respuestas a la acechanza que ubica tan lúcida y formalizadamente como siempre Eric Laurent, en su artículo sobre la relación entre la sociedad de la vigilancia orweliana y la pulsión de muerte. Cómo, en su “certitud de previsión”, en su feroz realización del pánico como verdad del lazo social, los nuevos expertos, evaluadores, mensuradores y estadistas, nos podrían conducir –cognitivismo y neurobiolofarmacología mediante– a una inédita “destitución” si no destrucción del sujeto y –por tanto– de toda clinica. Lo que allí no sólo se ubica y se cuestiona sino el espacio por conquistar que se abre y en el que procuramos hacer pie, para decir qué respuestas puede aportar el psicoanálisis, encuentra en cierto modo, en cada uno de los otros artículos, diversas y singulares respuestas o aun soluciones. Resaltaré sólo algunos, a modo de ejemplos.

 

Mónica Torres, con Duras y sus “criaturas atrapadas por el amor imposible de domesticar”, nos enseña precisamente, que cada uno puede encontrar su singular solución a la imposibilidad de conjugar lo irreductible que habita entre amor, deseo y goce. Luis Salamone, desde su solución y con la inestimable generosidad de publicar uno de sus testimonios de fin de análisis como Analista de la Escuela, luego de relatar con el humor y el estilo literario que lo caracterizan sus derroteros fantasmáticos en relación con el amor y la soltería, transmite cómo el análisis le permitió un tratamiento de lo real del síntoma que lo condujo, a la hora de la verdad, a hacer de una mujer su síntoma y a poder saltar a la aventura de un “amor sin completud”. Desde otra perspectiva, aunque de suma actualidad, Sergio Laia explica con claridad que el psicoanálisis, no siendo ni biologicista ni constructivista, puede permitir pensar e intervenir sobre los nuevos armados de familias de un modo no sólo inédito para los abordajes médico, pedagógico, legal, etcétera, sino despojado de prejuicios, por la vía –con Lacan– de la singularidad deseante que permite la transmisión de un deseo y por lo tanto, de un nombre. Ana Ruth Najles, por su parte, le objeta a la alianza actual del amo con el saber, promovida por el discurso capitalista y que propone más que gozar del todo, “ver todo”, por las vías del saber-hacer del psicoanálisis de orientación lacaniana, “haciendo resonar otra cosa que el sentido”, la posibilidad de “vivificar la norma de goce”.

Las entrevistas tienen, esta vez, un valor especial entre nosotros. Jacques-Alain Miller, dejándose “orlanizar” por una artista que además de su posición singular respecto del arte, de sus performances, hace un uso de su cuerpo y del escándalo que pone sobre la escena el problema acuciante de la representación. Todo esto con la magistral conducción de Miller que, como entrevistador, con su escucha –podríamos percibir– le hace decir, por ejemplo en relación a cómo se construyó un nombre o sobre el lugar del padre, quien –cuenta ella– le enseñó el nombre de las estrellas. También, con las precisas preguntas de Fabián Fajnwaks y Juan Pablo Lucchelli, Jean-Claude Milner ejerce en acto su lucidez, su erudición y lo que él ubica –con Freud y Lacan– como el “pensamiento por el detalle”, para pensar sobre todo la cuestión del “judío” (de saber) en la Europa actual.

Por último, en esta incompleta presentación, tres eslabones más, que agradecemos especialmente: Eduardo Stupía nos enseña pensando al dibujo como un cuerpo, vivo, creando poéticamente “la vida de un dibujo”, Marcela Gamberini nos inquieta con cómo Clint Eastwood le pone el cuerpo y su misma leyenda a cierta redención cultural y –podríamos decir– personal del héroe yankee, xenófobo y violento, en Gran Torino, y Matías Bruera, con precisión, valentía y afecto, comenta y homenajea las Cuestiones del siempre provocador maestro, colega y amigo, Nicolás Casullo.

Esperamos, sostenidos en un deseo que persiste, por las vías de la transferencia de trabajo y apostando cada vez a lo abierto, a la aventura de la diferencia y de la contingencia, haber logrado producir una vez más, con los otros, finalmente con ustedes, los destinatarios de esta revista, un espacio para los lazos de discurso, para nuevos enlaces del psicoanálisis con la cultura.